jueves, 4 de abril de 2013

LA PARDELA CENICIENTA: AVE DEL AÑO 2013



Para este 2013, la Sociedad Española de Ornitología ha elegido como Ave del Año a una de las especies más desconocidas de nuestra avifauna, la Pardela cenicienta. Para todos los que no vivan en la costa y no cuenten con un buen telescopio, nuestra pardela y el resto de las aves marinas (otras especies de pardelas, paiños, págalos, alcatraces, etc) es probable que sean unas completas desconocidas. Sólo contaros algunos detalles de la apasionante (ya lo veréis) vida de esta ave preciosa como pocas.

La Pardela cenicienta es el velero de los mares atlánticos (Foto: Miguel Rouco).

En su empeño por ocupar hasta el último rincón de la tierra, las aves supieron romper las ataduras de las corrientes térmicas (que sólo se forman sobre tierra firme) y se lanzaron a conquistar el desierto infinito de los océanos.
Y a falta de conejos, perdices y frutos ¿qué se puede comer en el mar?. ¡Peces, por supuesto!. Vale. Es lógico creer que como el mar está (o estaba) lleno de peces, capturarlos no debe ser muy complicado. ¡ja!.
Primer problema: encontrarlos. Lo obvio, el mar es inmenso. Casi infinito. ¿Cómo encontrar un pez que puede medir apenas unos centímetros en una vastedad de miles y miles de kilómetros cuadrados?. Solución: poner en práctica un comportamiento de búsqueda de comida cooperativa que también desarrollan con éxito los buitres y otras aves. Básicamente, repiten un comportamiento que los seres humanos practicamos con éxito hasta el surgimiento de la agricultura y la ganadería hace unos 8000 años. Partiendo desde un acantilado que sirve de asiento a su colonia (poblado en la especie humana) las aves se lanzan sin mapas, ni brújulas al mar sin importarles las más terribles galernas que podrían hundir hasta al más avanzado de los ingenios modernos. Desde estas comunidades que pueden reunir a miles de parejas, las pardelas salen en busca de la incierta comida. Sin que se pueda hablar de una colaboración consciente, cuando alguna de ellas consigue descubrir a un cardumen de peces, su comportamiento de pesca la delatará y permitirá que otros ejemplares, que pueden estar a gran distancia, puedan leer el mensaje de su vuelo y saber que ha tenido suerte en su búsqueda de comida. Sin saber de dónde han salido, de la nada aparecerán pardelas y otras aves marinas desde todas las direcciones.
 
Las pardelas son expertas buceadoras (Foto: Miguel Rouco).

Segundo problema: ¡los peces están debajo del agua!. Solución: bucear como pingüinos. Así de fácil y de ingenioso. Al igual que sus finas alas las ayudan a surfear sobre las olas, su batido poderoso les permite alcanzar profundidades sorprendentes y a una velocidad que supera a la de muchas especies de peces. Literalmente vuelan por debajo de la superficie.
 
Pico aserrado, aguileño ¡y con narina! (Foto: Miguel Rouco)


Tercer problema: los peces resbalan y, además, están horrorosamente salados. Ante el primer inconveniente las aves pescadoras han desarrollado un pico aguileño y aserrado que permite asirlos sin darles opción a escaparse. Ante el exceso de sal de sus presas, las marinas han sido aún más ingeniosas. Para excretar este exceso de sal han desarrollado una especie de tubo sobre su pico que es el encargado de ir eliminando la sal. De este modo, muchas aves marinas tienen, casi siempre, colgando de la punta de su pico, una gota de agua producto del flujo de sal desde su narina. Soluciones para todo.
 
La Pardela balear es otra de las especies tenemos la suerte de acoger en nuestras costas (Foto: Miguel Rouco).

¿Y cuáles pueden ser los peligros que amenazan a estas ingeniosas aves?. Pues como siempre, la actividad humana. Sobreexplotación de los bancos pesqueros que les sirven de sustento, destrucción de los acantilados donde crían, caza ilegal, predación sobre sus pollos y huevos por parte de los gatos y ratas que se multiplican por todas partes, etc, etc, etc.
Con la idea de seguir conociendo un poco mejor a las pardelas, nos vamos a centrar en sus amenazas naturales, que no son pocas, pero a las que están perfectamente adaptadas después de decenas de millones de años de evolución.
Uno de los espectáculos más increíbles de nuestra naturaleza y que pasa completamente desapercibido para todos los que no tienen la suerte de tener un telescopio o unos prismáticos muy, muy potentes, es la lucha por la comida y las mil estrategias para conseguirla, a ser posible, gratis. Si encontrar un pez en la inmensidad de mar, me puede llevar días enteros de vuelo sobre la inmensidad del mar, mientras mi pollo y mi pareja me esperan escondidos en una cueva ¿por qué no ahorrarme tanto trabajo y robar al primero que pase con comida?. Justo esto es lo que debió pensar, hace mucho tiempo, el terror de todas las aves marinas, el págalo.

El Págalo grande es el terror de todas las aves marinas (Foto: Miguel Rouco).


El espectáculo al que nos estábamos refiriendo hace un momento es, precisamente, el implacable acoso aéreo que las pardelas y otras aves deben afrontar cada vez que se acercan a la costa para dar de comer a su único pollo y, así, permitir un relevo a su paciente pareja que puede llevar días de ayuno forzoso. ¿Solución que han dado las pardelas a este ataque inmisericordioso de los págalos?. Cambiar sus costumbres y salir a pescar por la noche cuando los págalos parecen tomarse un descanso. De este modo, llegada la oscuridad, las pardelas retoman sus tareas pesqueras y se lanzan al mar en busca de su sustento. Escondido en el fondo de una cueva de un acantilado, esperará indefenso su pollo. Será durante el largo periodo de crecimiento del pollo  cuando surja otra de las amenazas que están llevando a la ruina a  la especie. Imaginad. Un pollo regordete, sin armas, sin poder volar, emboscado en el fondo de una cueva y, de repente, llega un lindo gatito. Adiós al único pollo y al 100% de la costosa inversión anual que esta especie puede hacer para perpetuar a los suyos. Me encantan los gatos, pero ya hace tiempo que dejaron de ser depredadores naturales para convertirse en una amenaza brutal para aves indefensas. Al adaptarse a la presencia humana y al poder alimentarse de las cantidades infinitas de comida y desperdicios que generamos, han escapado a las limitaciones de recursos que sí tienen los animales silvestres y se han multiplicado hasta llegar a depredar millones de aves cada año. Una presión insoportable para cualquier especie y que para las pardelas ha supuesto su completa desaparición de las costas peninsulares y su aislamiento en contados islotes que poco refugio pueden ofrecer a la sirena de los mares.

Sin dar un sólo golpe de ala, las Pardelas cenicientas son capaces de recorrer cientos de kilómetros cada día (Foto: Miguel Rouco).