martes, 24 de abril de 2012

Paseo ornitológico por la Fregeneda


Nueva ruta de los Senderos Ornitológicos del proyecto TRINO. En esta ocasión, tuvimos la oportunidad de recorrer los inmensos cañones del río Duero en la localidad de La Fregeneda. 
Iglesia de La Fregeneda

La veleta de la cúspide de la torre es llamativa porque muestra la silueta de un toro en lugar del clásico gallo, una expresión de que estamos en tierra de toros
Los profundos arribes excavados por los ríos Duero y Águeda y por algunos de sus desconocidos afluentes, como El Froya y el Morgáez, regalan a esta localidad arribeña uno de los paisajes más espectaculares de la comunidad. Paseando por sus calles de piedra, nadie imaginaría los abismos que se esconden más allá de la apacible penillanura que la rodea. Desde cualquiera de los muchos caminos que brotan de su casco urbano, podemos adentrarnos en este paisaje de cañones y rapaces. En esta ocasión, nuestro destino será el bonito mirador de Malfeito, con sus impresionantes vistas sobre el tramo final del Duero, antes de convertirse en Douro y encontrarse con el mar Atlántico. 
Vistas del Duero desde el mirador

El primer tramo presenta pendientes suaves entre cortinas sembradas de almendros rejuvenecidos por las últimas lluvias y olivos retorcidos por el paso de los siglos. Este paisaje, fruto del trabajo titánico y olvidado de generaciones agricultores y ganaderos, cobija a una variada comunidad de aves que haría las delicias de cualquier aficionado: trigueros, carboneros, currucas cabecinegras, cogujadas comunes y montesinas, alcaudones comunes, escribanos montesinos y soteños, cucos y algún escandaloso mirlo animan los primeros pasos del grupo. 
Triguero posandose en un almendro
¿Que es eso que vuela alli?
Sin prisa fuimos poco a poco descendiendo hasta laderas más mediterráneas y protegidas del incómodo viento. Con cada paso que dábamos, el aumento de la mediterraneidad del paisaje arribeño, que hoy precisamente pareció esquivarnos, fue poco a poco engalanando y endulzando el paisaje, cubriendo con un manto de flores lavandas, jaras y genistas. 

Como por arte de magia, hicimos un viaje imaginario hasta las cálidas tierras del sur de España y por unas horas nos olvidamos de las rudas llanuras meseteñas del milano y la encina. 
Alcaudón común
Triguero cantando

El penetrante olor de las flores y el zumbido constante de las abejas, nos llevaron hasta el mirador de Malfeito. Asomado al precipicio, domina el curso del Duero desde la desembocadura del atormentado y salvaje Huebra hasta su plácido encuentro con el caudaloso río Águeda. Grandes coronas de buitres leonados y negros remataban las altas laderas del valle y parecían querer despedirse del generoso y fértil Padre Duero
Sin haber podido encontrarnos con algunas de las aves rupícolas que dan fama al parque natural, retomamos el camino de vuelta. Después de alguna carrerilla para alejarnos de los “ríos” de abejas, y cuando ya pensábamos que nos íbamos a marchar sin poder divisar a la esquiva dueña de estas laderas, un golpe de suerte, y de prismáticos, quiso descubrir el furtivo vuelo de la reina de los cielos arribeños. 
Construcciones para guardar el ganado
Remontando desde el fondo del angosto valle donde guarda su nido, el águila real nos regaló un pedazo de la naturaleza salvaje que estas tierras han logrado salvaguardar. Con sus alas inmensas ganó con rapidez el cielo, antes de perderse entre los roquedos que cierran su valle. 
Mirlo despidiendose de nosotros
Satisfechos y colorados por el azote del viento, nos despedimos y hacemos planes para vernos el próximo fin de semana en La Alberca, el pulmón verde y vivo de Salamanca, y en las orillas de ese hilo de vida que es el río Almar a su paso por Nava de Sotrobal

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