martes, 30 de octubre de 2012

Jornada práctica del curso de aves rapaces


Pocos grupos de aves resultan tan interesantes y complejos de identificar como las aves rapaces, y pocos lugares resultan tan adecuados para estudiarlas y recrearnos con sus vuelos increíbles, como los arribes del Duero.
 
Al acecho de todo lo que se movía...

Después de dos tardes enteras conociendo un poco mejor su comportamiento y estudiando los mejores trucos para identificarlas, nada mejor para encontrarnos con las reinas de las aves que acercarnos hasta los cañones infinitos de este parque natural. 
Cartel del curso de identificación de aves rapaces
Envidiados por los más exigentes pajareros europeos e ignorados por casi todos los españoles, la red de cañones más amplia de toda Europa, acoge a una de las mejores poblaciones de aves de todo el Viejo Continente y nos regala algunos de sus paisajes más hermosos.
Partiendo de la bonita localidad de Lumbrales, una carretera sinuosa y con poco más tráfico que el de los pastores de un puñado de vacas, se convierte en el mejor de los puntos de observación posible. Mucho antes de llegar a sus apabullantes cortados, el valle de La Molinera tiene sus cielos cubiertos de coronas de enormes Buitres leonados y de algún Buitre negro que ya anticipa su incipiente colonia. 
Águila perdicera


La primera de las paradas no pudo tener mejor recibimiento. Sin apenas salir del coche, dos ágiles siluetas se recortan sobre el cielo azulísimo de este casi primaveral octubre. Apenas un vistazo con los prismáticos y la joya de los arribes se deja ver. Anticipando lo que sería el día, dos bellísimas Águilas perdiceras marcan su territorio con profundos picados. Primero el pálido macho y luego su más oscura compañera, avisan a todos los posibles rivales de que el territorio está ocupado. Sin duda, una gran noticia después de una temporada pasada que ha sido pésima para la especie.
Observando la pareja de perdiceras desde uno de los miradores
Ya a pie, recorremos la carretera por la umbría de este tramo del río Huebra. Sin miedo a los inexistentes coches, van apareciendo todos los miles de pajarillos que buscan su refugio invernal en estos valles. Siguiéndoles desde Alemana, Suecia o todavía mucho más lejos, los pequeños gavilanes no perderán la oportunidad de capturar a cualquiera que se despiste soleándose. Las rojizas copas de las cornicabras y los rosales bullen con pinzones, escribanos, reyezuelos y zorzales que ya conocen los vuelos rasantes de estos piratas.
Desde la propia carretera que desciende hasta el puerto de La Molinera, dominamos un gran tramo del impetuoso río Huebra. Sin tiempo para imaginarnos como sería poder ver una  nutria, un rastro de ondas sobre sus aguas descubre la alargada silueta de este precioso animal. 
Nutria moviéndose por el Huebra
Como un fantasma va cruzando de poza en poza, rastreando su orilla en busca de peces y cangrejos. El agua renovada por las últimas lluvias deja ver el buceo sinuoso de su cuerpo entre las rocas del fondo. Y como no podía ser de otro modo, tan rápida como apareció, volvió a desaparecer escondiéndose entre las raíces de los sauces que cubren una recodo escondido del río. ¡Una gozada!
Momentazo nutria

Aún saboreando este privilegiado encuentro con el más juguetón de los habitantes de arribes, una pareja de majestuosas Águilas reales aparece desde río arriba. Alcanzando el límite de sus posesiones y, sin violar las fronteras imaginarias que lo separan del corazón del territorio de las Águilas perdiceras que una hora antes había marcado a escasa distancia, las oscuras reales comienzan a ganar altura. La buena luz del día nos permite observar a placer su silueta arqueada al elevarse. Igualmente, podemos comprobar la mayor envergadura de la hembra y la inmadurez del macho. 
Silueta característica del águila real
Las manchas blancas de las infracoberteras caudales y la media luna que enmarca las primarias delatan un reciente cambio del macho de esta pareja. Estos habituales cambios de pareja suelen ser debidos a la muerte de uno de los miembros de la pareja o a un relevo mediante una lucha, que no suele ser muy cruenta, y que, muchas veces, tienen su origen en la quiebra de la unidad de su unidad debido al fracaso en la reproducción. Este “divorcio” de las rapaces, debe ser considerado como una apuesta de futuro de la especie por aquellos ejemplares que mejores genes puedan ofrecer y que deben asegurar el éxito de futuros intentos de cría. En el caso de la llegada de un ejemplar inmaduro a la pareja, la cuestión tiene diferentes circunstancias y, en muchas ocasiones, nos habla de una alta tasa de muerte de ejemplares adultos que dificulta la presencia de ejemplares flotantes que puedan sustituir a los que fallecen.
Al ganar altura, la pareja aclara todas las dudas sobre su estabilidad y no duda en atacar a una hembra recién llegada y que deberá buscar otro territorio y pareja menos compenetrada.
El más abundante del Parque Natural
Siguiendo nuestra ruta llegamos hasta los pies del cortado donde se asienta una pareja de Halcones peregrinos. Reafirmando su posesión, el macho luce su pecho blanquísimo desde una piedra cercana a su nido habitual. Un corto vuelo para dejar, aún más claro, el mensaje a posibles visitantes y vuelve a posarse para marcar pecho. 
El vuelo del halcón

Sin miedo a formar parte de la comida del día del halcón, un atrevido gavilán pica sin éxito sobre la pared levantando un mar de alas de Aviones roqueros. 
El gavilán
Estos pequeños insectívoros se concentran todos los años por estas fechas, antes de abandonar el parque en gran número por tierras más cálidas. 
También vimos algunas especies más habituales

Más modestos que los viajes de sus primos y vecinos, los Aviones comunes, sus vuelos invernales los llevarán hasta el sur de España y el norte de África, huyendo de los hielos que en pocos días, harán esconderse a los insectos y al valiente lagarto ocelado que se solaza al calor de las pizarras recalentadas por el sorprendente sol. 
Algún reptil aguanta despierto añorando el sol de verano...

Más al norte, nos asomamos a los vertiginosos miradores de Mieza que cuelgan sobre el cañón del Duero, en uno de los valles más profundos y largos de la península. Más de 400 metros de desnivel arañados al durísimo granito y cubiertos por el bosque de almez más extenso de Europa. Desde la orilla que cae al vacío, una nueva pareja de Águila reales aparece a ras de ladera  acosada por una pareja de Halcones peregrinos que mucho cuidado deberán tener si no quieren acabar siendo una parte más de la dieta de esta águila que no hace ascos a nada.
Tratando de no perder de vista los acontecimientos...
 Picando y retorciéndose sobre el Duero, las cuatro rapaces se alejan hacia el norte, justo en dirección al territorio de otra de las escasas parejas de Águila perdicera que aún se conservan en la zona. Sin llegar a producirse el encuentro con las propietarias de este tramo del río, las reales desandan el camino evitando una pelea que no rehuirían, de ninguna de las maneras, si nos encontráramos en época de cría y sus fronteras hubieran sido traspasadas. 
Prospectando el terreno y a la espera de las perdiceras...

Con el sol a punto de esconderse detrás del horizonte, descubrimos dos lejanas rapaces picando sobre las laderas de Mieza. Casi como dos fantasmas, las figuras se pierden entre las escobas que esconden a los pocos conejos del parque. Sin esperarlas, un chillido delata el vuelo insuperable de las Águilas perdiceras de la zona. En los mismos cañones donde minutos antes volaban tranquilas las enormes Águilas reales, las más pequeñas y mucho más ágiles, Águilas perdiceras, marcan sus dominios con picados que ninguna otra rapaz europea podría realizar. Su teatral comportamiento territorial, nos llena de alegría y nos anima a pensar que el futuro año puede ser un gran año para la cría del ave más amenazada de extinción de Castilla y León. Ojalá el próximo febrero podamos descubrir ocupados los nidos que este año han estado vacíos y que todos los amantes de las rapaces, y de todos los seres vivos, puedan seguir aprendiendo y maravillándose de estas bellísimas aves.
Padre Duero-Douro al atardecer
Y lo mejor de la jornada, la gente que nos acompañó. Gracias a todos por ese gran día de pajareo
¡Mucha suerte y hasta la próxima!

4 comentarios:

  1. Mecachis... con la de horas que hemos estado mi colega y yo este año haciendo esperas a la nutria en La Molinera y sólo la hemos visto una vez..

    Vaya suerte!

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  2. Es mejor para ella no dejarse ver mucho. Mucha suerte la próxima vez.
    Un saludo.

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    1. Mala onda? Me refiero a que cuanto menos se vea menos problemas tendrá, no que no la veais vosotros...
      Un saludo

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