martes, 26 de agosto de 2014

EL BOSQUE SABIO: PASEANDO POR LAS RIBERAS DEL RÍO TORMES EN HUERTA.


Nada resulta más sorprendente, hermoso y educativo que pasear por un bosque. Aunque los seres humanos no queramos darnos cuenta, los bosques nos cuidan de muchas maneras. Completamente gratis y gracias a la mágica fotosíntesis, los árboles, arbustos y, hasta las más modestas de las hierbas, nos regalan el oxígeno que necesitamos para vivir, eliminando en el mismo proceso, el mortal dióxido de carbono que los humanos producimos en cantidades incalculables. Igualmente, los generosos bosques refrescan el ambiente con el vapor de agua que desprenden durante la fotosíntesis, suavizando la temperatura y sequedad de los largos meses de verano. Pocos placeres son comparables a entrar en la umbría protectora de un bosque de ribera en pleno verano y sentir la fresca sombra de álamos, fresnos o alisos. A este placer hay que sumar otros muchos como el aroma primaveral de sus flores, el coro de cantos de las aves, el delicioso sabor de sus frutos, el espectáculo luminoso de la otoñada, el abrigo frente a los gélidos vientos invernales…

Los bosques de ribera crean paisajes hermosísimos
El bosque es el mejor escenario para actividades como el senderismo
Gracias al anillamiento científico podemos conocer aves de nuestras riberas, tan bellas como el martín pescador.

A todo estos pequeños y grandes regalos, que tanto alegran nuestra vida, se suman otros menos románticos, pero trascendentales para nuestro modo de vida. La maraña que forman los bosques de ribera que cubren las orillas de los ríos, sirven de parapeto frente a las crecidas naturales de los ríos, asentando los sedimentos que enriquecen los campos de cultivo y minimizando la potencia erosiva de las aguas sobre las cosechas de sus vegas y sobre las viviendas que, inconscientemente, construimos en sus orillas y llanuras de inundación. 

El bosque de ribera protege a los cultivos y viviendas de las crecidas, tan naturales como necesarias, de los ríos.

Canalizar los ríos o eliminar la vegetación de los ríos, pensado que de este modo evitamos que el río se salga de su cauce, sólo sirve para privar a las riberas, de la llegada de los nutrientes que las aguas arrastran, y para acentuar el potencial destructivo de las crecidas más importantes. Sin árboles y arbustos, los cauces se convierten en auténticas pistas de carreras donde nada frena el agua. Las orillas sin la protección de la vegetación se erosionan alcanzando cultivos y viviendas con una fuerza que rebasa las defensas humanas. Esta deforestación de las orillas arrastra enormes cantidades de sedimentos que saturan los cauces de los ríos, impidiéndoles canalizar el agua, elevando el nivel de la crecida y el impacto sobre las actividades humanas.

La lechuza cría habitualmente en los agujeros de los árboles de las riberas. Con su dieta basada en roedores se convierte en el mejor aliado de los cultivos.  Conservar estos bosques garantiza su labor benefactora (Foto: Miguel Rouco)

La vegetación de ribera es el único hábitat para multitud de especies como este carricero tordal (Foto: Miguel Rouco)

Desgraciadamente, las quemas intencionadas siguen arrasando nuestras riberas (Foto: Miguel Blanco)
La observación de aves, las rutas botánicas, el dibujo de naturaleza, el ciclismo, las rutas a caballo...son sólo algunas de las muchas actividades que encuentran su hábitat ideal en las riberas de nuestros ríos.

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