miércoles, 11 de enero de 2012

Nutrias, acentores alpinos y chotacabras invernantes

Estos últimos días,  nos hemos podido escapar varios días al campo y la verdad es que hemos tenido bastante suerte con los pajarillos y con nuestras amigas las nutrias.
En la primera de las visitas tratamos de volver después de muchos años, a una zona del río Tormes donde solía verse algún pequeño bando de zorzales reales invernantes en las dehesas que rodean la ribera del río Tormes. Sin madrugar llegamos a la zona y nos encontramos con una niebla densísima que nos obligó a replantearnos la jornada de pajareo, y decidimos dirigirnos a otra ribera cercana a Ledesma y a la que también, llevabamos un tiempo sin ir. Tener coche te permite poder ir a zonas a donde a tu paciente madre no quieres obligarla a que te lleve en su día de descanso.
Fantástico encinar al norte del Tormes
La construcción del faraónico y desproporcionado embalse de Almendra cubrió para siempre, varios miles de hectáreas de dehesas de encinas, quejigos y robles y entre 50 y 70 kilómetros del río Tormes y de multitud de pequeños arroyos, con sus correspondientes cañones y bosques de ribera. Bajo este manto de agua, quedaron todas los cañones del Tormes de los que hablaba  Francisco Bernis en su primer artículo publicado allá por el año 1933. Con ellos, se perdió el hábitat de alimoches, cigüeñas negras, búhos reales, águilas reales y perdiceras y del lince que aún reinaba por la zona. ¡Una catástrofe!. De todas estas riberas rocosas, sólo se salvó, justo esta.
Aspecto de los escasos cañones...demasiado vulnerables
La sequía mantiene, en pleno mes de diciembre, secos la mayor parte de los ríos y arroyos salmantinos. La ribera en cuestión, también estaba seca, auque conservaba algunos charcos donde encontramos huellas recientes de nutria y muchos pajarillos bebiendo y lavándose.El tramo de cañones apenas llegaba al kilómetro de longitud, pero en algunos tramos, tiene cerca de 20 metros de altura, más que suficiente para el búho real y para un posadero viejo de alimoche.Una zona demasiado sensible y vulnerable, sin duda.
Huellas de nutria en la orilla

Cuando visitaba regularmente la zona nunca fui capaz de observar al alimoche. Años después, en los censos que realizamos para la JCyL de cigüeñas negras, pudimos verlo en varias ocasiones alimentándose de carroñas, junto al buitre leonado y a los numerosos milanos negros que crían en las dehesas de la zona y en la alucinante garcera de Ledesma. Una vez descubierto este posadero, volveremos en primavera para descubrir su nido, si es que lo tiene, y tratar de proteger la zona de alguna manera de molestias.
Uno de los pocos indiferentes a la odiosa y desesperante retahíla de disparos
Quizá por la niebla o porque este año no han llegado desde Europa o por la retahíla atronadora de disparos que sonaban por todas partes, por aquellos otros que también salen al campo a disfrutar de la naturaleza,  apenas pudimos ver pajarillos.  Lavanderas blancas en la orilla, martín pescador en los caozos cortados del río, reyezuelos listados rebuscando entre las hojas... y poco más a destacar. Maravillosos, como siempre, los milanos reales y un ratonero que picó repetidamente sobre una ladera, quizá sobre el búho real que poco después pudimos ver a placer.
Tormes y Garceta grande
Con la niebla levantada y ya al final de la tarde, remontamos el Tormes aguas arriba de Ledesma para tratar de localizar a los zorzales reales. Desde el mismo puente, pudimos descubrir el rastro de ondas que la nutria iba dejando a su paso. Rebuscando comida entre las eneas, llegó a escasos metros de una garceta grande, que a su vez, era observada por un zorro rojizo que, quizá, estaba esperando un descuido para robarle el pez que tenía ensartado en su pico.
Islas e islotes del Tormes refugio ideal para las nutrias
Con la alegría de descubrir y ver a placer a la bonita nutria, buscamos más bichos entre las orillas e islas de este tramo. Un hilo de burbujas y otra nutria, justo aguas arriba del puente.
Apenas fue un instante, pero fue más que suficiente para olvidarnos las penas de tanto disparo. Ya con poca luz, fuimos por la orilla derecha del Tormes. A destacar, mucho conejo en una absurda y fallida repoblación de encinas en plena dehesa, un dormidero de 90 cormoranes, un puñado de patos cucharas, frisos y zampullines entre más de 200 azulones y una hembra de gavilán con buche, con la luna llena ya alta.
Maravillas de la naturaleza casi en cualquier rincón
De vuelta al coche y, tratando de buscar un paso entre los incómodos surcos de la repoblación, tomé una pequeña vereda abierta por el mismo enorme macho de jabalí que venía en mi dirección. Sorprendentemente ciego, no me olió o vio, hasta que me tenía a menos de 15 metros. Sin apenas asustarse, me rodeó y retomó su senda a mi espalda. Viendo esto, siento aún más desprecio por algunos seres humanos que son capacesde  matar a bocajarro  a seres, que de no molestarlos, serían tan poco recelosos como un perro.

Al día siguiente, y ya por trabajo, fuimos a los arribes del Duero. En uno de los caminos habituales tuve la gran suerte de levantar en dos ocasiones un chotacabras pardo que se supone debería estar al sur del Sahara. Lo fácil sería atribuir al “microclima mediterráneo” de arribes esta cita tan alocada, pero cualquiera que conozca Salamanca sabe que de microclima mediterráneo ¡nada de nada!. Hacía un frío que pelaba y la niebla apenas levantó en todo el día. Por el motivo que fuera, allí estaba este insectívoro transahariano revoloteando entre callejas, justo delante de mi coche.


Espectacular aspecto en el Monasterio de la Peña de Francia rodeado de niebla

La última de las visitas pajareras fue este domingo a la sierra de Francia. En el pueblo de Monsagro lo más destacado fueron varios nidos de golondrina daúrica en casas habitadas. La especie poco a poco está colonizando la fría meseta desde estos valles algo más térmicos. Remontando el valle de Alagón, se adentran cada año un poquito más en la provincia. Dos parejas de cuervos y acentores por los jarales, fueron lo único vivo que se dejó ver  en este paseo por el valle del Agadón.
Precioso nido de golondrina daurica con barro procedentes de diferentes charcos
La subida a la Peña de Francia siempre es un espectáculo, pero ir ascendiendo entre las nubes que chocan y se arremolinan contra las laderas, es una experiencia absolutamente mágica. En el tramo final de la ascensión, aparecieron entre rocas y pinos, algunas cabras montesas muy confiadas. En el monasterio de la Peña las nubes iban y venían. Por momentos no se veía a más de 10 metros y, de repente, el cielo se abría y se podía ver toda la sierra de Francia dorada por el sol.
Paisaje habitual en la subida a la Peña
En uno de los miradores levanté varios pajarillos gordezuelos. ¡acentores alpinos!. Lamentando no haber podido verlos con calma, nos dimos la vuelta y justo delante del calvario, otros 13 se alimentaban en el suelo empedrado. Después de tantos años sin verlos es comprensible mi emoción al ir descubriendo pequeños grupos casi en cada claro de vegetación que rodeaba a la Peña. Ni siquiera el viento que casi nos tiraba y nos helaba hasta los huesos, me quitaron la sonrisa.
Cruzianas, o huellas de Trilobites que habitaron los "mares" Paleozoicos de la Sierra de Francia. Adorno habitual en los pueblos de la sierra

3 comentarios:

  1. -Ni el búho real ni la cigüeña negra han deaparecido de Ledesma. He visto a ambos este mismo verano.
    Y aparte también cría la Real cerca de la zona.
    La perdicera es posible verla por Ledesma, aunque no críe.
    También se ven alimoches y buitres negros(en menor medida que los alimoches) con facilidad junto a los leonados, y el lince es posible que lo hayan visto hace unos años.

    Y felicicdades por los acentores alpinos, y esos chotacabras.

    Saludos Miguel.

    El Ornitoblog

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  2. Excelente entrada, incluso podríais haberla fraccionado en dos o tres y seguirían siendo magníficas.

    http://helmanticaornithology.blogspot.com/

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  3. Que envidia de jornadas camperas.

    Ha tenido que ser una gozada. Enhorbuena.

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