martes, 12 de noviembre de 2013

La labor indispensable de los depredadores en la salud de nuestros ecosistemas.


El zorro es un formidable e insospechado aliado del bosque (Foto: Carlos Romo)
 La labor benefactora de los depredadores naturales, en la salud de nuestros paisajes, es una certeza científica que no admite controversias. Por muchos es sabido que los roedores son los principales consumidores de los frutos del bosque. De insaciable apetito, pueden devorar la totalidad de los frutos que deberían ser las nuevas generaciones de la vegetación que los sostiene. Su esforzada costumbre de acumular comida en nutridas despensas, no sólo se debe a la imperiosa necesidad de reservar alimento para los largos meses de invierno. La presión que ejercen zorros, garduñas o comadrejas, todos profundamente odiados y acosados por los cazadores humanos, los obliga a comer a escondidas, permitiendo que los frutos puedan escapar de la vista de otros depredadores y, lo que es indispensable para su germinación, permanecer ocultos, justo lo que requieren para arraigar y dar lugar a futuros y magníficos árboles y arbustos o a modestas gramíneas. De no ser por la presión predadora de los pequeños y grandes carnívoros, los roedores y otros granívoros de mayor porte (jabalíes, ciervos y vacas), literalmente, arrasarían con la esperanza de nuevos bosques. Eliminando al zorro y a todos los animales que cumplen la labor de ser los garantes de la “estabilidad” de nuestros paisajes, rompemos el frágil equilibrio entre productores y consumidores, repercutiendo de forma insospechada en aspectos que ni nos imaginábamos que pudieran estar relacionados. Así de sencillo: Tener menos zorros supone tener más roedores y menos árboles. ¿Entonces deberíamos exterminar a los roedores para tener más bosques y más sanos?. Peor aún. Sin su laboriosa trasiego de semillas (a veces a varias decenas de metros), alejándolos de los árboles y arbustos productores, la presión que estas nuevas generaciones ejercerían sobre sus “padres”, supondría tal competencia por el espacio, la luz y el alimento, que el bosque no sería otra cosa que una maraña de ejemplares de escaso porte y frágil salud, expuestos al fuego y privados de la vitalidad y los muchos recursos que un bosque equilibrado, con sus árboles, arbustos, pastizales y calveros, ofrece a todos los animales de muchos kilómetros a la redonda.
De ésta y de otras muchas sabias historias que nos cuenta la Madre Tierra, podremos hablar con calma en nuestro próximo curso de guía ornitológico.
Os esperamos.



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