lunes, 19 de mayo de 2014

Aves de Salamanca. El vencejo pálido y la golondrina daúrica: Dos recientes y muy bienvenidos inmigrantes africanos.

Las aves no entienden ni de fronteras, ni de patrias. Simplemente, están allí donde encuentran todo lo que necesitan para vivir: comida, refugio y respeto. Con la creciente desertización que sufre España, fruto del cambio climático y de las inadecuadas prácticas humanas, las aves amantes de la humedad y de climas más frescos, desaparecen a ojos vista. Mucho campo salmantino hay que patear para conseguir ver aves como la curruca zarzera o el escribano hortelano, comunes hasta hace muy pocos años, y que hoy, ya sólo encuentran refugio en las más altas y frías laderas de las sierras de Francia y de Béjar. En cambio, las aves amantes del calor, poco a poco ganan terreno en unos campos ibéricos que cada día se asemejan más a los que se puede contemplar en el norte de África. Animados por esta africanización de Europa, especies tan singulares y magníficas, como las golondrinas daúricas y los vencejos pálidos, ya están firmemente asentadas por nuestras tierras, llenando de exotismo, color y griterío pueblos, ciudades y sierras. Un nuevo regalo de la Madre África.
Afortunadamente (por lo que respecta a la llegada de aves, que no por las que perdemos), Salamanca no queda al margen de esta nueva y enriquecedora ola de inmigración emanada de la cuna de la Humanidad. El vencejo pálido y la golondrina daúrica traen en sus alas la misma vida que sobrevuela las llanuras y desiertos de la hermosa África. Su distribución salmantina va trepando, poco a poco, desde Extremadura por los valles más cálidos del sur (río Alagón) y del oeste (Padre Duero y todos sus afluentes salmantinos y zamoranos)

La golondrina daúrica tiene un distintivo color rojizo en su nuca, obispillo y cara (Fotografía: Miguel Rouco)

La bellísima golondrina dáurica ya es una salmantina más. Como ninguna otra ave africana ha sabido colonizar con rapidez la mayor parte de la provincia. En este proceso de expansión ha conseguido ocupar los pueblos serranos del sur de Salamanca y ya no limita sus áreas de nidificación, a cuevas, roquedos y puentes. De año en año, va conquistando nuevos pueblos y ahora ya son muchos los que cuentan en sus balcones con sus inconfundibles nidos en forma de ánfora partida a la mitad. En esta carrera imparable hacia el interior de la Meseta y hacia el norte de España, la especie ya rodea los campos más cercanos a la ciudad de Salamanca, una primera avanzadilla que desde sus nidos, puede ver con cercanía la silueta de las catedrales. Con certeza, no pasará mucho hasta que sus plumas rojizas y sus trinos alargados acompañen los paseos pajareros por el Puente Romano.

El vencejo pálido tiene un plumaje algo más pardo que el del vencejo común (Fotografía: Miguel Rouco)
Más escasa y reciente es la llegada del vencejo. Hasta hace un par de años, para disfrutar de los vuelos vertiginosos del vencejo pálido en Salamanca, teníamos que visitar las escasísimas localidades, todas en el extremo sur de la provincia, que tenían la fortuna de contar en sus cielos con el espectáculo diario de sus acrobacias. Como si agazapados en Extremadura, sólo se atrevieran a asomarse tímidamente al interior de la desconocida Meseta, únicamente, los pueblos de La Alberca, en la sierra de Francia, y de Candelario y Cantagallo, en la sierra de Béjar, contaban con la algarabía de sus corros arremolinados sobre unos tejados cargados de siglos. Sin llegar a adivinar la lógica de sus caprichos, en estos dos últimos años, la especie se ha lanzado con decisión a ganar las altas tierras salmantinas con citas por diversos pueblos en el sur y en el centro, ampliando sus colonias de reproducción a localidades serranas, como Puerto de Béjar y Peñacaballera, y, sorprendentemente, dando un considerable salto hasta la ciudad de Salamanca. Sin poder confirmar su reproducción, el verano pasado ya se pudo ver en varias ocasiones, un grupo de 4 aves en fechas que corresponden al final de su periodo reproductor. Nuevamente, esta primavera se ha vuelto a observar la especie sobre la ciudad y se buscan lo que serían las primeras citas de cría confirmada.
Incluso aunque la llegada de estas nuevas aves se deba a un fenómeno tan devastador con el cambio climático, no es menos cierto, que es una auténtica gozada disfrutar con unos vuelos increíbles que nos hacen soñar con largos viajes por las cercanas y castigadas tierras africanas. Sea como fuere, sed bienvenidas.

Un abrazo y nos vemos en el campo.

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