domingo, 22 de julio de 2012

La mayor de las aventuras.


En pleno verano y cuando aún no han terminado la cría las aves más rezagadas, muchas aves europeas ya sienten el impulso irrefrenable de la migración. Sin apenas haberse recuperado del agotador esfuerzo de sacar adelante, a toda una nidada de insaciables polluelos, un año más, las aves  despliegan sus alas para volver a seguir los caminos invisibles que desde tiempos inmemoriales las llevan a cruzar montañas, desiertos y mares en busca de la lejana y eterna primavera de África.
Bando de grullas (Foto: Miguel Rouco)

Desde todos los rincones de la Vieja Europa, las aves responden a una llamada que parece arrastrarlas a la mayor de las aventuras. Sin importarles la imponente altura de las montañas que se van encontrando en su camino, una tras otra, irán cayendo todas las grandes cordilleras europeas. Ni los 5000 metros de los Alpes ni los más de 3000 de los Pirineos, frenarán su vuelo imparable. Collados y valles serán un hervidero de alas que esquivan los más imponentes paredones.
Curruca capirotada (Foto:Ángel Povedano)

Una España reseca, será una breve, pero indispensable etapa de su viaje. Escondidos entre las zarzas, millones de pequeños pajarillos esperan a que las tormentas del final del verano reverdezcan los campos agostados por el sol. Con su agua, moras, higos y madroños volverán  a brotar y a proporcionar las indispensables reservas que necesitan antes de emprender la verdadera odisea.

A la orilla del fin de Europa, rapaces, cigüeñas y otras grandes aves planeadoras, se concentran en enormes bandos antes de dar el gran salto hasta África. Apenas son 14 kilómetros sobre el mar, pero sin la ayuda de las corrientes térmicas, incapaces de formarse sobre el agua, el paso del Estrecho suele ser el final del camino para muchas de ellas. En pleno cruce, un cambio repentino de la dirección del viento, puede arrastrar a bandos enteros de aves que se pierden en el mar, incapaces de luchar contra los fuertes vientos.

Aguilucho cenizo (Foto: Miguel Rouco)
Para los passeriformes, salvar las aguas turbulentas del Mediterráneo suele ser un trance menos dramático. Para ellos, la verdadera pesadilla aún está por llegar. Incapaces de acumular grandes cantidades de reservas que les lastrarían en su vuelo, el desierto del Sáhara se presenta como una barrera insalvable. Miles de kilómetros de arena y roca, con unas pocas paradas para reponer fuerzas. Perdidos en esta inmensidad despiadada, aislados oasis atraerán como faros a agotados viajeros. Con un hilo de vida, suerte tendrán de no desorientarse. Un mínimo desvió en su ruta y pasarán de largo para perderse definitivamente.
Pero antes de enfrentarse al desierto, deberán saldar una cuenta con su más implacable perseguidor: el Halcón de Eleonora. Después de pasar el invierno europeo en sus cuarteles de la isla de Madagascar, esta pequeña e inteligente rapaz, hará coincidir su periodo reproductor con la migración posnupcial de las aves migradoras. Desde lo alto del acantilado o colgada del cielo, espera la llegada del maná en forma de millones de pequeños pajarillos. Con el flujo inagotable de presas, sus pollos no pasarán hambre. También ellos tienen muchos kilómetros y peligros por delante.
Halcon de Eleonora (Foto: Miguel Rouco)
Salvado el Estrecho, las aves sobrevuelan ya sobre Marruecos. Los olivares y vides de la Andalucía africana, serán la última oportunidad que tienen para recuperar fuerzas antes de su etapa más crucial. El mayor de los depredadores espera paciente más allá de las montañas que cierran por el sur el país. El Atlas marroquí se eleva orgulloso para cerrar el paso al desierto, que cada año, devora más y más kilómetros en su avance hacia el norte. Ante las aves se extiende un océano inabarcable de dunas y llanuras rocosas descarnadas por el azote del sol. El más aterrador de los desafíos está punto de comenzar. De su éxito dependerá que la primavera europea vuelva a alegrarse con los cantos de los ruiseñores y con los vuelos de la cigüeña. Si el desierto vence, los cielos y campos de Europa se quedarán en silencio y vacíos de vida.
¡¡¡Mucha suerte, amigos!!!.








Estrecho de Gibraltar (Foto: Arkangel)


2 comentarios:

  1. Estupenda entrada de lo que cada vez con el paso de las semanas, ya se empieza a notar en nuestros campos y cielos.
    Un saludo, Gonzalo Criado

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  2. LA migración sigue siendo algo maravilloso y fascinante, y no por suceder todos los años se hace aburrida, sino que es esperada por todos los pajareros. Un verdadero espectáculo natural.
    Gracias por comentar
    Vicente

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